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May 19, 18

Lo que los anarquistas han estado diciendo durante años, y que los liberales deben comenzar a escuchar

La siguiente es una traducción por Sempiterno Acrata de un texto originalmente publicado en inglés por It’s Going Down en diciembre de 2016. Analiza el contexto del momento actual en los Estados Unidos después de la elección de Trump y ofrece críticas de la izquierda electoral e institucional desde una perspectiva anarquista.

El miércoles 7 de diciembre en la Universidad A & M de Texas, mientras los agentes del FBI monitoreaban a cientos de manifestantes desde lo alto de los techos, la policía antidisturbios fuertemente armada se enfrentó con manifestantes empeñados en interrumpir y cerrar un evento organizado por Preston Wiginton, un ex estudiante del campus de 51 años de edad y supremacista blanco de largo tiempo atrás. El evento contó con una charla de Richard Spencer, un ideólogo líder dentro del creciente “Alt-Right”, que intenta remarcar las ideas fascistas, neonazis, nacionalistas blancas para la generación “millennial” con el fin de crear un “Etno-Estado” fascista y completamente blanco.

Los enfrentamientos que estallaron en el campus son simplemente los últimos en una serie creciente de confrontaciones entre los revolucionarios autónomos y la extrema derecha racista que actúa como una fuerza auxiliar del régimen de Trump mientras intenta empujarlo aún más hacia la derecha. De repente, anarquistas y antifascistas, que han sido satanizados y marginados por la izquierda han estado escuchado de liberales e izquierdistas: “han tenido razón todo el tiempo”. Pero mientras las ideas revolucionarias anarquistas comienzan a tener una mayor vigencia, muchas de las cosas que la gente está comenzando a apreciar, lo hemos estado diciendo durante años.

Y las apuestas son cada vez más altas. Las fuerzas de extrema derecha están creciendo, tanto aquí en los Estados Unidos como en todo el mundo, pero están creciendo en el contexto de un fracaso drástico tanto del neoliberalismo como de los partidos socialistas y de izquierda que surgieron de movimientos sociales como Syriza y Podemos. Todo esto, más la continua caída de una economía reestructurada que ha literalmente dejado atrás a miles de millones de personas. Además, la producción industrial y la extracción de recursos que impulsa este sistema ha continuado lanzándose a toda marcha. Este año marcó un punto de inflexión horrible, ya que oficialmente alcanzamos el hito de 400 partículas de carbono por millón. Ahora, muchos científicos e incluso instituciones gubernamentales predicen que un cambio climático drástico en nuestras vidas es inevitable, ya que los patrones inevitables y climáticos actualmente están cambiando rápidamente. La revolución, en el sentido de que todo se pondrá de cabeza, es inevitable. La pregunta es, ¿qué tipo de revolución será?

De la misma manera que el apocalipsis ecológico se encuentra en el horizonte, todos los demás signos apuntan hacia el continuo crecimiento de la brecha de bienestar, la desigualdad en todos los aspectos, y el aumento de la inseguridad y la precariedad para los trabajadores y los pobres. Esto es tan cierto en los centros urbanos como en los Apalaches. En el nivel de la línea base, los salarios se han estancado o disminuido, la pobreza y la falta de vivienda han crecido, la gentrificación corre con desenfreno y las condiciones generales han seguido erosionándose para muchos estadounidenses mientras que los más ricos se han enriquecido aún más. Además, la represión en las calles de E.U.A. continúa aumentando, mientras el gobierno continúa acumulando más poderes de vigilancia y espionaje, la población carcelaria se eleva, la policía mata en promedio a unas 3 personas por día y la aplicación de la ley se militariza cada vez más. En resumen, para la mayoría de las personas, las cosas están empeorando, no mejorando.

La llegada al poder de Donald Trump solo indica una aceleración de todas estas realidades. El plan de Trump incluye impulsar más proyectos de extracción de recursos, al ver el final del Oleoducto Dakota Access. Él ha dejado en claro que tiene la intención de erosionar los derechos democráticos y aumentar aún más los poderes de vigilancia, al tiempo que ataca a las mujeres, lxs queer, los trabajadores inmigrantes y los musulmanes. Esta medida vendrá acompañada de ataques arrasadores a toda la población a medida que los sindicatos son asaltados, los programas básicos de bienestar social se erosionan y la riqueza continúa fluyendo de nuestras manos hacia los bolsillos de los ricos.

Frente a todo esto, desde una creciente derecha insurgente hasta el colapso ecológico actual, amplios ataques contra los trabajadores, los pobres, el medio ambiente y los más vulnerables, muchos preguntan: ¿dónde está la oposición? La respuesta es clara como el día, pero no está en los pasillos del poder, en los políticos, los líderes sindicales o en las grandes ONGs. En cambio, está en los alborotadores. Los bloqueadores. La gente en pasamontañas y en las calles. Los que están en primera línea peleando con la policía. Las personas que atacan, defienden, organizan, construyen y crecen.

Vivimos en un momento que está marcado no solo por el aumento de la crisis y la creciente reacción, sino también por la explosiva e insurreccional resistencia y rechazo masivo. Al mismo tiempo, como nunca ha sido tan claro para muchos, la izquierda institucional y electoral es absoluta y completamente inútil.

La crisis a la que nos enfrentamos no es solo de capital o civilización industrial, sino de su oposición tan leal, la izquierda.

Quizás ahora, finalmente comiencen a escuchar.

El Estado no es neutral

El gobierno nunca ha sido una herramienta para cambiar la vida de las personas; siempre ha sido una fuerza que los organiza para los intereses de los ricos y poderosos.

Un Estado es una colección de aparatos jerárquicos que tiene el monopolio de la violencia en un territorio determinado y tiene la capacidad de aplicar su poder a través de la vigilancia. Los Estados existen para garantizar que las divisiones que existen dentro de la sociedad no hagan que la estructura general de poder se desmorone. Como Prole.Info escribió:

No importa quién esté en el gobierno, el gobierno tiene su propia lógica. El hecho de que esta sociedad esté dividida en clases con intereses opuestos significa que siempre corre el riesgo de desgarrarse. El gobierno está allí para asegurarse de que eso no suceda. Ya sea que el gobierno sea una dictadura o una democracia, tiene todas las armas y las usará contra su propia población para asegurarse de que sigamos yendo a trabajar.

Pero los liberales pintan una imagen muy diferente. En cambio, presentan un Estado democrático como una institución neutral que simplemente necesita suficientes personas buenas involucradas en él. Como alguien escribió en After Bern:

Existe un inmenso sistema de violencia y dominación sobre nosotros que mantiene rodando las ruedas de este sistema. Si bien parece que tenemos una participación en la configuración de nuestras vidas, en realidad existen sistemas claros de control y gestión para garantizar que la estructura general de esta sociedad no se vea amenazada. No importa quién sea elegido, no importa a qué partido político te afilies, la apariencia del control popular, de la democracia, es una ilusión total.

Pero un Estado no es un encuentro neutral de seres humanos; es, en cambio, un instrumento de dictadura colonial y de clase. Así es como siempre se ha organizado el Estado estadounidense:

“Los Estados Unidos es una nación de colonos creada a partir de colonias administradas por los poderes imperiales. Como dijo uno de nuestros padres fundadores, John Jay: “La gente que posee el país debería gobernarlo”.

Las razones por las que la clase trabajadora y los pobres no pueden avanzar en la política no se deben a que no hay suficientes personas involucradas en cambiar o participar dentro del Estado, sino porque las personas que dirigen este gobierno han invertido interés en mantener el status quo. Esto nunca fue más claro que con la elección de Donald Trump, ya que la totalidad de la clase política se alinea para trabajar con un billonario proto-fascista a fin de preservar la paz social.

El Estado está diseñado para garantizar la capacidad de gobernar y vigilar un territorio a través de la fuerza y ​​la violencia en interés de quienes detentan el poder; no es un medio en el que nuestras vidas se puedan cambiar para mejor.

El electoralismo no conduce al cambio social

La creencia de que las urnas son la mejor forma no solo para crear cambios, sino también aferrarse a las ganancias hechas por la gente común es una completa  farsa. También es un sello distintivo del liberalismo y una gran parte de la izquierda. La democracia es simplemente el decorado de escaparate que usamos para cubrir la dictadura de la vida cotidiana. Como escribió Scott Campbell en Trumping Fear, Finding Safety in Resistance:

Con decenas de millones sintiéndose ardidos por la elección de Trump, y la mayoría de ellos que no resuenan con la muerte lenta ofrecida por Clinton, las críticas al sistema electoral son desenfrenadas: el complicado sistema primario, la corrupción del Comité Nacional Demócrata, el anacronismo del Electoral College, etc. Sin embargo, estas objeciones solo buscan un cambio paliativo, tomando como un hecho la construcción actual de la gobernanza.

En lugar de señalar defectos específicos dentro de un marco opresivo, es más constructivo reconocer que el sistema realmente funcionó como se diseñó y proporcionó a los votantes dos representaciones físicas de los principios básicos de los Estados Unidos. Por un lado estaba el imperialista neoliberal y por el otro la supremacía blanca misógina. Como dice el refrán, “No importa por quien votes, ellos ganan”. La fuente de nuestro descontento, despojo y muerte no se puede resolver en las urnas. Los constructos sociales de raza y género no pueden ser eliminados de la existencia con votos más de lo que el capitalismo puede deshacerse con el movimiento de una pluma. Los terceros elegibles no son más que las válvulas de presión del sistema, diseñadas para canalizar las energías disidentes en el proceso electoral, donde pueden convertirse en no amenazantes.

La ilusión de elección y agencia inherente a la votación son más bien actos de falta de desempoderamiento y rendición. Ahora que la desilusión se está extendiendo, la oportunidad está disponible para profundizar aún más esta insatisfacción electoral y ofrecer propuestas alternativas para el funcionamiento social antes de que el sistema tenga su próxima etapa de recuperación en dos años cuando: “Tengamos que recuperar la Cámara…” Parte de esto es desafiar las narrativas en torno al voto, para contrarrestar el mito de que los derechos civiles y los movimientos del Poder Negro fueron acerca del derecho al voto, que la democracia es la máxima expresión de la organización humana y la libertad, y socavar el valor y el peso psíquico que la votación lleva en esta sociedad. Votar o no votar no es la cuestión, sino la desreificación de la votación y ubicarla adecuadamente en nuestro contexto actual al tiempo de sugerir que el trabajo real ocurre en todas partes, excepto en las urnas.

Si no tuviera tales consecuencias reales, un solo paso atrás en la política electoral sería ridículamente absurdo. La noción de seleccionar a una persona para gobernar a más de 320 millones de personas debido al hecho de que todas ellas residen en una única configuración territorial arbitraria es anticuada, incoherente con el sistema mundial actual y dictatorialmente no representativa.

Como escribe Scott Jay:

Las estrategias electorales siempre parecen centrarse en la financiación y la promoción, con la suficiente labia para darle un toque de relevancia en los movimientos sociales, pero no mucho más. En lugar de ser un punto de partida para las luchas sociales, el electoralismo ha sido perro de un solo truco cuyas únicas estrategias concretas  se retroalimentan directamente en sí mismas y no en algo más grande. En lugar de proporcionar una estrategia para impulsar los movimientos sociales, es casi exclusivamente una justificación para su propia continuidad. En el contexto de un país dominado por dos partidos, esto a menudo significa retroalimentar al Partido Demócrata, reacio a dañar el único juego en el pueblo.

En ninguna parte esto se vuelve más claro que con la campaña de Bernie Sanders, que fue utilizada para llevar a millones de votantes jóvenes, pobres y de clase trabajadora de vuelta a los brazos del Partido Demócrata después de 8 años de haber sido traicionados por un presidente que prometía “esperanza” y “cambio”, pero transmitió lo contrario. Después de que Sanders fue destruido intencionalmente por el DNC, dio media vuelta e hizo campaña por Clinton, y ahora incluso acogió el trabajo con Trump.

A pesar de eso, la mayoría de la gente en los Estados Unidos no quería tener nada que ver con las elecciones y ni siquiera se molestó en votar. Como el blog, Where the River Frowns señaló:

Las estimaciones indican que 128,8 millones de personas votaron en las elecciones presidenciales del martes, que es el 55,6% de la población votante. Sin embargo, si se incluye a las personas que generalmente se pasan por alto por razones de edad y status de felonía, el porcentaje se reduce a solo el 39,6% de la población total de los E.U.A. que votó. De los que votaron, 59 millones votaron por el ganador -apenas el 18.2% de la población total. Según una encuesta del Pew Research Institute de finales de octubre, de los que apoyan a un candidato en particular, solo el 55% o el 56% “apoya firmemente” a su candidato de elección. Esto deja una proporción de la población de Estados Unidos que apoya fuertemente al Presidente electo de 10.2.

Además, ya sea en el movimiento por los derechos civiles o de los obreros, fueron los disturbios, las ocupaciones y la masiva resistencia y ruptura lo que obligó al Estado a otorgar concesiones, no la lenta y larga marcha a través de las instituciones. Además, el proceso democrático solo ha permitido que los derechos, los estándares de vida y las mejores condiciones sean reducidos lentamente por fuerzas más poderosas respaldadas por el propio Estado. En resumen, los medios no democráticos forzaron la mano del Estado, mientras que a lo largo de las décadas, a medida que la lucha retrocedía a la política, estos logros se perdieron.

Lo que esto significa es exactamente lo que los anarquistas han estado diciendo todo el tiempo. El camino electoral no solo no conduce al cambio social -por no hablar de la “revolución”-, sino que, en general, la gran mayoría de los estadounidenses rechaza la farsa bipartidista “democrática” a la que la mayoría de los liberales y la izquierda se aferran o piensan que pueden crear una alternativa dentro de sus límites.

Necesitamos construir un movimiento fuera de los partidos políticos y la política

La política electoral se nutre de movimientos y luchas sociales de base, no en ellos. Como Scott Jay escribió:

El activismo electoral alimenta el activismo electoral. Se basa en sí mismo para promoverse. Atrae a las personas que se sienten atraídas por la política electoral y, en general, no atrae a personas involucradas en la lucha de clases. No necesita ni alimenta la lucha de clases, excepto en la medida en que pueda aprovechar los sacrificios de los militantes para declararse un representante apropiado de un movimiento social que no creó.

En los últimos 8 años hemos visto una gran variedad de movimientos sociales alzarse y caer, todos para ser recuperados y desechados por el electoralismo y aplastados por el Estado. Después de la crisis económica, vimos la expansión de las ocupaciones de los campus universitarios y la explosión del Movimiento Occupy. Obama, con la ayuda de la Seguridad Nacional, centros de fusión y una colusión de departamentos de policía locales, aplastó los campamentos en una ola de represión violenta.

Varios años después, vimos la explosión de la Insurrección de Ferguson, que luego se extendió rápidamente a Baltimore, Oakland, Charlotte, Milwaukee y otros lugares. Pronto siguieron otras luchas masivas, movimientos y convulsiones, desde el #PrisonStrike, pasando por el #NoDAPL, hasta las irrupciones masivas y los disturbios que siguieron a la elección de Donald Trump. De nuevo, Scott Jay:

Aquí hay jóvenes en todo el país que se han levantado en rebelión contra la policía que los asesinó en los últimos años. Probablemente no se molestaron en preguntarse si sus acciones afectarían las posibilidades de los demócratas de ser reelegidos. Están viviendo en mundos completamente diferentes, uno donde la gente lucha por su vida contra un sistema que intenta destruirlos, otro donde las personas elaboran planos para organizaciones nacionales sin discusión sobre quién realmente va a construir la cosa. Los jóvenes en las calles se han preocupado menos por el acceso a las urnas y están más preocupados por desafiar al sistema que intenta matarlos.

Pero en todas estas luchas, sus conclusiones lógicas y éticas no provienen de la política, la elección de un político o del Estado, sino de una insurrección y un derrocamiento de estos sistemas de poder, explotación y vigilancia.

En todas las campañas electorales, sin embargo, vemos el crecimiento opuesto de lo que se necesita. Como After Bern comentó:

En todo Estados Unidos, la campaña de Sanders ha recaudado más de $207 millones de dólares. La gente llamó a las puertas, pusieron calcomanías, organizaron mítines y realizaron llamadas telefónicas.

¿Qué pasaría si hubiéramos puesto todo ese tiempo (desperdiciado), energía y organización en la construcción de algo que no estaba basado alrededor de la elección de un político? ¿Qué pasa si ponemos ese tiempo, energía, organización y cientos de millones de dólares para construir organizaciones que puedan pelear, ganar y tomar la tierra?

A pesar de toda la retórica de la campaña de Sanders, su uso del lenguaje de Occupy y Black Lives Matter, ambos movimientos que los demócratas ayudaron a aplastar bajo sus propios talones, no hubo una “revolución política”. Pero además, aquellos energizados por Sanders son ahora libre para ser llevado directamente a la máquinaria del Partido Demócrata …

Necesitamos construir organizaciones, equipos, redes y movimientos fuertes, dinámicos y de base desde cero, no de arriba hacia abajo. Estos deben estar basados ​​en nuestros vecindarios, lugares de trabajo, escuelas y comunidades, no en los pasillos del poder. Necesitamos encontrar maneras de acercarnos para amplificar nuestro poder colectivo y nuestra fuerza, y no chingarnoslo todo en votos.

Necesitamos movimientos de lucha con dientes, no intentos patéticos de tomar asiento en la mesa de poder.

La acción disruptiva y de confrontación lleva a las personas a movimientos y luchas, no a apartarse de ellas

Los liberales y gran parte de la izquierda afirman que las tácticas de confrontación nos hieren más de lo que nos ayudan, desde romper ventanas hasta bloquear calles. Pero en realidad, cada vez que esto ocurre en nuestras comunidades, simplemente no es el caso. De hecho, la confrontación y la disrupción, en otras palabras: la lucha física, atrae a más personas que el juntar firmas o escribir cartas al editor alguna vez atrajo. En todo caso, la manta húmeda y los intentos de controlar las cosas por los gerentes de la protesta y los liberales, matan a los movimientos sociales no a las acciones combativas que pueden ser disruptivas y en ocasiones violentas.

Vemos esto jugando en cada lucha y movimiento social. Los disturbios, bloqueos y enfrentamientos con la policía en Occupy Oakland aumentaron el tamaño y la escala del movimiento, y fueron informados por los disturbios de Oscar Grant y las ocupaciones estudiantiles de varios años antes.

La Insurrección de Ferguson inspiró a jóvenes en todo el país y dio lugar a otros levantamientos y rebeliones que atrajeron a decenas de miles de personas. A pesar de los intentos de los “líderes” dentro del movimiento Black Lives Matter por respaldar a los demócratas, canalizar el movimiento hacia la política y reducirlo a simples reformas, el movimiento continúa evolucionando y sigue siendo combativo y disruptivo durante varios años.

El #PrisonStrike nacional que fue coordinado por organizaciones de base de prisioneros y grupos de apoyo externos, fue iniciado por oleadas de disturbios violentos, levantamientos y enfrentamientos con guardias.

En la lucha contra el Oleoducto Dakota Access, se ha utilizado una amplia gama de tácticas para derrotar el proyecto, desde ataques incendiarios contra equipos hasta marchas masivas, vigilias pacíficas de oración y ataques a los bancos. Tras los enfrentamientos violentos entre los protectores de agua, la policía y la seguridad de DAPL, el movimiento estalló cuando los protectores fueron vistos heroicamente arriesgando sus vidas en primera línea. En la actualidad, miles siguen llegando a Standing Rock.

Los liberales y los izquierdistas afirman que las acciones de confrontación ahuyentan a las personas para que no se involucren. Pero encontramos que lo opuesto es verdad. Cuando las personas ven que la lucha es real; cuando hay piel en el juego, algo por lo que luchar, y las personas ponen sus cuerdas en juego, a menudo salen en tropel. Es una protesta simbólica y legalista que no tiene sentido y no funciona termina haciendo que mucha gente se vaya.

La autodefensa no es lo mismo que el fascismo

El fascismo tiene como objetivo crear un Estado autoritario y, para hacerlo, debe aplastar a sus enemigos para construir su poder. Si vamos a detenerlos, vamos a tener que acabarlos y aplastarlos en las calles, sin darles plataforma y sin cuartel.

Pero como la extrema derecha ha crecido como una insurgencia reaccionaria tras el movimiento Black Lives Matter y se ha convertido en una fuerza auxiliar dentro de la campaña de Trump, los liberales y algunos de los de la izquierda han repetido una sarta de declaraciones idiotas sobre aquellos que arriesgan todo para enfrentar al fascismo.

En general, los liberales argumentan que usar la violencia contra el fascismo, o acabar los fascistas y no darles plataforma, en realidad es tan malo como lo que hacen los fascistas, de hecho, es el “verdadero fascismo“.

Nosotros pensamos que la verdad es todo lo opuesto. Desde las elecciones, cientos de crímenes de odio han tenido lugar, ya que la victoria de Trump ha envalentonado a la ultraderecha autónoma como nunca antes. A raíz de los ataques a personas en todo E.U.A., la posición antifascista de que la acción combativa y militante contra los fascistas es de hecho una autodefensa comunitaria, nunca ha sido más fuerte.

Si no quieres el fascismo, vas a tener que luchar contra él. Punto. Aquellos que toman esta pelea están luchando en defensa propia, y aquellos que toman riesgos merecen nuestro apoyo.

Un movimiento que vende a aquellos que luchan por defenderlo no merece el nombre.

Necesitamos una revolución social

Las fuerzas y crisis políticas, ecológicas y económicas dirigidas contra nosotros significan que el tiempo no está de nuestro lado. El Estado continúa volviéndose más y más represivo. La situación ecológica, más y más horrible. La economía continúa haciéndonos más y más empobrecidos y precarios. La extrema derecha se fortalece mientras “la izquierda” en su forma institucional, más y más débil.

El movimiento que necesitamos no parece una copia del pasado, ni existe un programa “científico” de revolución al que nos podamos adherir. Estamos entrando en un territorio que es nuevo y diferente de cualquier otro momento de la historia.

Lo que sí sabemos es que necesitamos un movimiento dinámico, aguerrido y combativo. Necesitamos redes de defensa, apoyo y capacidad ofensiva que no solo puedan pelear en las luchas que existen a nuestro alrededor sino que puedan comenzar a construir nuevos mundos.

La izquierda, tal como la definen las “reglas” del cambio social y la revolución, y presentada por todos, desde los marxistas-leninistas hasta Bernie-Bros y los liberales de la pegatina de parachoques, ha terminado.

Somos los que estamos en la calle. Somos los que estamos tomando medidas. Desde guerreros indígenas, luchadores antifascistas, militantes de la liberación negra y anarquistas revolucionarios, todos somos parte de una fuerza creciente que está construyendo algo nuevo.

Y nosotros somos los que marcarán el rumbo de nuestro propio destino y saldrán de esta pesadilla de una vez por todas.

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