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La siguiente es una entrevista con un grupo de afinidad feminista-anarquista anónimo de Ciudad de México realizada por Scott Campbell, colaborador de IGD. Una versión editada de este texto aparece en inglés en la antología Constellations of Care: Anarcha-Feminism in Practice, editada por Cindy Barukh Milstein y publicada por Pluto Press.
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IGD: ¿Cómo les gustaría presentarse?
Tenemos que empezar diciendo que no somos un colectivo o un grupo formal. Nos vemos más como un grupo de mujeres y disidencias a quienes las une el amor, la amistad y la lucha por la libertad, autonomía, apoyo mutuo y por la vida sobre las dinámicas del estado capitalista patriarcal actual.
Llevamos varios años conociéndonos y entre eso, hemos compartido en algunas ocasiones colectivos o trabajos conjuntos, pero no nos hemos visto con el ánimo de conformarnos como tal. Venimos de diferentes posturas del anarquismo y entendemos cosas diferentes en muchos casos, pero nos conformamos para hacer cosas juntas desde la confianza y la necesidad de respaldar nuestro estar. Habitamos distintos puntos de la Ciudad de México en donde desarrollamos la mayor parte de nuestras luchas.
IGD: ¿Pueden explicar cómo llegaron a sus posiciones anarcofeministas, cómo se encontraron y cómo decidieron formar un grupo de afinidad?
No todas nosotras nos concebimos como anarcofeministas. Todas como anarquistas, antiautoritarias y antipatriarcales, entonces nunca hemos llegado a una posición conjunta. Nos hemos reunido por el reconocimiento que nuestros propios pasos han dado, somos un grupo que oscila entre los 20 a los 40 años. Así que no todas tenemos ni los mismos caminos, ni trayectorias ni posiciones.
Todas son historias individuales y cada una tuvo su tiempo. Para algunas fue importante la ruptura con quienes creímos compañeros y nos traicionaron, lastimaron o señalaron. Vimos con ello desmoronar un discurso que sólo era eso, discurso. No se profundizaba en cómo el patriarcado nos atraviesa. Otras siempre tuvimos presente la realidad del ser mujeres y cuerpos feminizados, cómo no éramos escuchadas o éramos invisibilizadas en espacios políticos anarquistas; que sólo las voces masculinas eran respetadas y que aunque sostenemos las actividades y gran parte del movimiento anarquista en la ciudad seguíamos siendo relegadas y poco escuchadas. Entonces asumimos un lugar de defensa y confrontación necesaria a lo interno de dicho movimiento, lo que fue desgastante pero eso ayudó a que hoy, juntas, estemos en este lugar.
De alguna forma, le perdimos el miedo al separatismo aunque nunca dejamos de ver que en este mundo hay hombres. Nos encontramos en esos espacios del movimiento anarquista mixto a partir de ese reconocimiento de la opresión entramada entre el género, la clase, la escolaridad, edad y demás. En ocasiones ese proceso fue simultáneo a que nuestros “compañeros” varones fueran cayendo como moscas por denuncias, por agresiones sexuales o físicas hacia otras compañeras que, no podíamos negar ni respaldar.
Nos dejaban en un espacio limitado por cuerpos mayoritariamente femeninos donde la hermandad y el reconocimiento se dio entre pares y a través de las propias vivencias. Nos fuimos quedando solas o más bien, fuimos definiendo nuestras afinidades con mayor juicio, y !qué bueno¡recuperamos nuestra afinidad como cuerpos feminizados dentro de la lucha anarquista, nos reconocemos como sobrevivientes.
A partir de ahí, la confluencia en nuestros actuares nos mantiene juntas. Confiamos plenamente entre nosotras respecto a nuestra posición frente al estado y la policía, por ejemplo. También sabemos que cada una de nosotras camina en la autogestión y no de la mano de las ONG’s o derechos humanos. Eso nos ha dado mucha de la confianza que tenemos. Pese a que, repetimos, no todas venimos del mismo sitio del anarquismo. Nos mantiene unidas que creemos inquebrantables nuestros principios como parte esencial de nuestra ética.
IGD: ¿Pueden hacer una breve cronología del resurgimiento del movimiento feminista en el llamado México que comenzó en 2018?
Aunque es en 2018, cuando es mas visible de manera mediatica el boom en el movimiento feminista en todo el mundo con marchas masivas el 8 de marzo, huelgas y paros en las universidades de Chile, Mexico, España, Francia, Italia, EEUU, etcétera. Nosotras consideramos que este auge no puede omitir las luchas previas. Nos guste o no, incluso con las formas que nosotras no adoptamos, por ejemplo, lo vemos en los movimientos proaborto y en los discursos que impulsan el cambio a legislaciones y constituciones. Creemos que la lucha por la reapropiación de nuestros cuerpos marca un precedente indiscutible, en algunos países se empiezan a escuchar las voces de las mujeres y otros cuerpos y se fortalece una lucha por el derecho a decidir sobre los mismos. No sólo respecto al aborto sino también respecto a la decisión individual por el placer sexual.
En el caso de México y, específicamente en la Ciudad de México, fue desdibujada porque dicha lucha fue apropiada por el estado y el gobierno de izquierda. La existencia de un oasis tan pequeño en este país que brinda un aborto no penalizado y garantías para las personas homosexuales, restó fuerza respecto a la injerencia del estado en los cuerpos de las mujeres. Para nosotras no basta con que el Estado no penalice el aborto, sino que simple y llanamente, no queremos que sea él quien se encargue de regular nuestra sexualidad y registrar nuestros cuerpos.
Sin embargo, es verdad que en México vivimos una situación bien particular que hace que ese boom sea urgente e inevitable. Estamos hablando de que en nuestro territorio matan a más de 11 mujeres por día. Un boom que, tenemos que reconocer también, llegó tarde. ¿a qué nos referimos? Los asesinatos en la frontera norte, en Ciudad Juárez, de donde incluso surge el entonces neologismo “feminicidio” comenzaron desde la década de 1990. ¿por qué no es desde esa fecha que el boom feminista explotó? ¿por qué se invisibilizó el asesinato masivo de mujeres trabajadoras de la frontera?. ¿Por qué no nos indignamos ante tantos cuerpos aparecidos y regados por el desierto?
Es verdad que eran otros tiempos, muchas de nosotras éramos unas niñas o no habíamos nacido aún. Pese a ello, creemos que va más allá de eso, que responde a que aquellas mujeres no “merecían” causar indignación porque fueron social y moralmente desvirtuadas por el discurso hegemónico. Lo fueron por ser moralmente inaceptables, por salir a altas horas de la noche, por salir solas. Fueron anuladas bajo la construcción de los cuerpos que simplemente no importan: pobres, de la periferia y obreras. Corrieron la suerte de no tener el suficiente valor social para que el ṕaís entero se volcara desde esa fecha en la lucha contra la muerte. Claro que en esas fechas hubo colectivos feministas, académicas y alguna que otra perdida política que apuntaron sobre la necesidad de mirar esta problemática. Pero tenemos que reconocer que el Estado nos ganó esa lucha cuando, al día de hoy, no somos siquiera capaces de poder recordar el nombre de alguna de estas personas, cuando nos cuesta nombrar que no vimos ni supimos qué hacer y que el estado impuso su versión de la historia. Lamentablemente el llamado boom feminista también puede leerse dentro de la urgencia de atender cuerpos menos estigmatizados, estudiantes universitarias, profesionistas, madres inmaculadas, etcétera e, igual de lamentable que incluso a esta situación, sean las msmas categorías las que sirven para nombrar y no nombrar a las pobres, putas, obreras y madres solteras.
Nos gusta pensar que el boom feminista no es el 2018 nada más, que las mujeres y los cuerpos feminizados no sólo aparecemos cuando los medios y el gobierno decide “reconocernos”. Nos gusta pensar que podemos honrar a nuestras ancestras dando continuidad a una lucha a la que nos sumamos, que no originamos y que no atiende a agendas externas ni llamadas mediáticas sino a una necesidad inevitable donde luchamos por mantenernos con vida y por no olvidar a ninguna de nuestras muertas.
IGD: ¿Cómo se ha involucrado su grupo en el movimiento feminista más amplio? ¿Qué formas de acción, participación, intervención han tomado? ¿Hay alguna anécdota o momento en particular que les llame la atención?
Como hemos mencionado antes, no somos un grupo formal, mucho menos homogéneo, por tanto, las formas como nos involucramos con el movimiento feminista son igualmente diversas. Algunas de nosotras acompañamos la lucha anticarcelaria donde algunas compañeras han sido procesadas tras las participaciones en acciones o manifestaciones feministas; otras de nosotras nos involucramos desde la producción gráfica que sigue siendo necesaria para la lucha visual y la presencia en las calles y las redes; otras apostamos por la autodefensa física; otras de nosotras aportamos desde el trabajo editorial impreso; otras apostamos por la radio; otras más se involucran en la autogestión de la salud mental y física; otras más echan a andar y sostienen espacios de resistencia como librerías, bibliotecas, cooperativas; unas más apuestan por economías solidarias y; en general, todas estamos en búsqueda de la vida y la sobrevivencia que, básicamente, nos roba muchísimo tiempo y energía.
Algo que hemos visto se ha vuelto necesario hacer juntas refiere a las condiciones de precariedad que atravesamos la mayoría de los cuerpos feminizados. Al respecto, en 2020 en plena pandemia vimos cómo las mujeres por un confinamiento obligado tenian mayor riesgo pues estaban todo el tiempo con sus agresores, fue necesario salir y llamar a las mujeres a la lucha por la vida y okupar las calles, llamamos a conformar las mercaditas, tianguis y bazares de y para mujeres -también hubo amigas trans y queer- con la idea de sobrevivir e intercambiar los productos que hacíamos y dar a conocer nuestros proyectos autogestivos, fue así que nos encontramos en las calles con un movimiento feminista más amplio. Tampoco es sencillo porque hay muchas posturas ahí adentro y muchos entendidos que no necesariamente nos hacen coincidir, pero creemos firmemente que son las diferencias las que nos hacen potentes.
IGD: ¿Cuáles han sido los objetivos o metas de sus intervenciones? ¿Qué desean poner de manifiesto al actuar?
Como nosotras venimos del anarquismo, y hemos ido poco a poco rompiendo con su visión clásica de la lucha, entendemos que ésta se encuentra en todos los espacios, minúsculos y macros. Por ende, no vemos la necesidad de esperar algún momento para intervenir en tal o cual cosa, sino creemos en la necesidad de tensar las relaciones de dominación -entre ellas las de género y sexo- en los espacios que habitamos: familias, colectivos, compañerxs, nosotras mismas. Pero eso no lo podemos hacer sino vamos luchando por hacer presente que existimos, por hacernos un hueco dentro de los entramados ya establecidos de la lucha, la disidencia y la sociedad en general. Ese mismo espacio nos da la oportunidad de dejar claras nuestras posturas, de ir caminando como nos gustaría vivir y acorde a nuestras propuestas, es decir, fuera de las instituciones, lejos del estado, mediante la acción directa, la autogestión y la autonomía.
Contrario a la moda de la “visibilidad”, nosotras apostamos por la acción cotidiana oscura y opaca. Nuestro actuar es nuestro propio manifiesto.
IGD: ¿Cómo ha sido la experiencia de participar en el movimiento, desde el punto de vista somático, emocional e intelectual? ¿Qué ha hecho posible lo que antes parecía imposible?
Un punto de acción callejera que parecía imposible fue la aceptación de la consigna “Fuimos todas”, en un momento en que el discurso del feminismo blanco parecía prevalecer y la supuesta idea ciudadanista de la “buena feminista” no dejaba de aparecer casi al grado de convertirse en la “policía” de las manifestaciones que, de hecho lo hizo con un llamado ciudadanista a proteger a las mujeres policías durante las manifestaciones bajo el argumento de que ellas también son “hermanas” y “mujeres”. Actualmente esta consigna ha sido enarbolada por cada vez más compañeras en la calle y eso es motivante, sin embargo, a nosotrxs nos gustaría que trascendiera el slogan y que la criminalización y la corrección política se tomaran con mayor seriedad, aún así, escuchar a unísono: “Fuimos todas” y asumir la rabia de las otras como propia, nos lleva el cuerpo de alegría y nos reafirma en las calles.
A nosotras no nos iluminó el 2018, por decirlo de alguna manera. Muchas de nosotras tenemos un camino recorrido ya en la lucha anticapitalista y autónoma. Fue la anarkia quien nos dio la posibilidad de asumirnos desde la autonomía y en una crítica muy profunda de lo que es la lucha contra el sistema de dominación que impera. Ese camino nos ha brindado posibilidades inmensas, tropiezos necesarios y rupturas inevitables. Hemos aprendido que de ellas surgen autocríticas, empujes y aperturas. Una de ellas quizá fue el feminismo, que sí nos ha tambaleado respecto a muchas cuestiones, que nos ha llevado a explorar espacios minúsculos e infra políticos. Nos acercamos a él en mayor o menor medida y lo distinguimos críticamente porque no nos convence que haya un solo feminismo, ni lo perseguimos.
Poner el cuerpo, es en ese sentido, asumir nuestra lucha desde una misma y hacia afuera. Acuerpar a otra lucha es asumir que una parte de ella nos corresponde en tanto que la padecemos y no nos es indiferente. La experiencia somática, como la llaman ustedes, es indistinta. A veces somos literal, una bomba de relojería, otras veces somos cuerpos vulneralizados. A veces nos colmamos de fuerza en lo colectivo y otras tantas nos sentimos bichas raras y señaladas a tal grado de hacernos minúsculas; a veces reímos a carcajadas y otras tantas, llanamente lloramos a chorros.
IGD: ¿Qué se siente al formar parte de un grupo de afinidad de anarcofeministas que participan en el movimiento, en lugar de ir por cuenta propia? ¿Pueden compartir ejemplos de cómo esto ha marcado una diferencia para ustedes? ¿Cómo se relacionan más allá de su grupo de afinidad?
Nosotras vamos solas y en conjunto. Creemos en la individualidad de cada unx y en la potencia de estar juntas. Pero sabemos que no todas queremos o podemos asumir las mismas cosas o tener las mismas habilidades, por mencionar algunas diferencias. Aun así, saber que existimos como ente raro y amorfo, nos ha dado seguridad para movernos en nuestras ciudades. Sabemos que si una de nosotras cae en las garras de la policía, habrá muchas de nosotras afuera de las comisarías o a la entrada del penal. Sabemos que si alguna de nosotras enferma, tendremos una otra acompañando y brindando cuidados. Y sabemos que cualquier idea que tengamos a realizar, podemos compartirla y encontrar un eco en las demás.
De esa forma, nosotras vemos que la afinidad no puede medirse en términos enteramente políticos, estratégicos y pragmáticos, sino que va de la mano en cómo eso trasciende y atraviesa el amor, la amistad y la lucha por la sobrevivencia. ¿Somos afines? sí, pero también somos cómplices, hermanas, amigas, compañeras. No solo nos vemos o reunimos para ser grupo de afinidad, también lo hacemos porque nos interesan nuestras vidas, porque nos gusta reir juntas, comer juntas, cocinar juntas y creer que esa es la forma como podremos sobrevivir nos alienta mucho.
IGD: ¿Cómo articulan su anarcofeminismo, tanto en la teoría como en la práctica? ¿Cuáles son sus aspiraciones y cómo trabajan para conseguirlas? ¿Cómo ataca el género e incorpora perspectivas y presencias queer, trans y no binarias? ¿Qué lugar ocupan los hombres cis en su visión del anarcofeminismo?
Como mencionamos, tenemos raíces distintas, a nosotras la sexualidad no nos ha atravesado de la misma forma y eso signa muchas cosas. Las más viejas de nuestro grupo crecimos en una escena anarquista bastante heterosexual y por ende, las disidencias eran más opacas o simplemente no aparecían, claro que contamos con seres muy preciosxs abiertamente homosexuales, pero entendemos que, como la escena anarquista es heterosexual, esos cuerpos se fugan de los espacios y construyen otros propios. Reconocemos que muchas críticas en ese sentido nos llegaron tarde y poco a poco hemos aprendido a salir del clóset nosotras mismas o a deconstruir nuestra propia identidad sexogenérica, aunque precisamente no la vemos como el eje que nos define.
Tenemos una crítica a lo identitario, a veces eso conlleva asumirse como esencia para partir hacia una posición, pero la mayoría de las veces desdibuja una serie de diferencias que nos parecen necesarias para caminar juntas. Quizá antes que señalar nuestra identidad sexual, nosotras partimos de ser “prietas” o descendientes indígenas, una cuestión inevitable que nos sitúa en el escenario de las luchas antagónicas y más en un país esencialmente racista. También somos pobres, venimos de lugares y familias que luchan por la sobrevivencia desde siempre.
Hemos aprendido que no podemos generalizar, pese a que hay estructuras que nos atraviesan a todxs. Y, en ese sentido, nos vemos distantes de algunos grupos de personas trans y no binarias porque no compartimos una condición de clase ni de raza. Como hemos crecido marcadas por ese racismo, hay muchos espacios de la disidencia donde no nos sentimos cómodas o donde ese sentimiento de ser vista como rara o exótica nos acompaña. Muchos de los espacios queer y disidentes -no todos- son del mundo del arte y los padecemos como lugares blancos y hostiles. Asimismo, algunxs de estas personas también desarrollan su lucha desde lo institucional, académico o ONG’s, espacios negados para nosotras y negados por nosotras. Nuestra realidad a veces no nos alcanza para entender a lxs compas y muchas veces sentimos que no compartimos ciertas preocupaciones. Quizá tiene que ver que nosotrxs aún respondemos a la lucha de forma más amplia y no abandonamos el deseo enorme de destruir al estado y ver caer al capitalismo y a veces, las compas disidentes apuntan mucho sobre la construcción sexo genérica y nuestras posiciones llegan a aburrirles. jajajaja.
A nosotras no nos ha definido la identidad como punto de partida, sino la práctica y la ética de nuestro actuar en lo político; y el anarquismo en algunas ocasiones nos ha dado respuesta para sentirnos cómodas con nuestras diferencias sexuales y políticas. Al menos nosotras contamos con pocxs seres que se asumen como parte de la diferencia, pero sí pensamos que sería mucho mejor si el anarquismo se nutre de esos cuestionamientos y desplaza al machismo y la heteronorma que viven en su seno, así como el anarquismo puede llevar cuestionamientos importantes a la lucha queer y no binaria. En nuestro sueño ideal, esa retribución mutua va de la mano.
También sabemos que el lenguaje es patriarcal, por esto asumimos la responsabilidad de pensar nuevas formas de nombrarnos y vamos aprendiendo a hacerlo.
No confiamos en los hombres cis, nuestro espacio no busca vincularse directamente con los compañeros, no por esto negamos los espacios mixtos de trabajo o convivencia, nuestra principal afinidad es con mujeres y cuerpos feminizados como ya lo hemos mencionado en otras preguntas, la relación en grupos mixtos casi siempre la hemos sentido como una relación utilitaria a partir de supuestas definiciones colectivas y políticas, no nos interesa sentirnos amenazadas ni vulnerables frente a pensamientos patriarcales que para nosotras aún buscan “figurar” a partir de nuestro esfuerzo. Pero también aprendemos a no nutrir o contribuir a engrosar ese tipo de anarquismo un tanto caduco.
Respecto a nuestras aspiraciones, simplemente no las tenemos. Lo mínimo que pretendemos es caminar hacia la vida de manera digna, a la muerte de una forma significativa aunque sea para nosotras mismas. Lo máximo: la revolución social, la destrucción del sistema capital-patriarcal, la creación de otras formas de andar la vida, aunque no nos casamos con la idea que algún día ésta llegará sino que la vamos construyendo lo más que podamos en el aquí y el ahora.
IGD: Desgraciadamente, hay una gran presencia TERF en el movimiento feminista de México. En algunos casos, las TERF se han apropiado de la estética, la retórica y la imaginería del anarquismo para sus propios fines. ¿Pueden explicar este fenómeno y cómo lxs anarquistas feministas han respondido tanto a la transfobia como a la apropiación por parte del movimiento?
Para nosotras hay una confusión teórica cuando se habla de “radical”. Por un lado, diríamos que la palabra nos hizo sentido cuando se refería a que las feministas radicales iban más allá de la petición de derechos o igualdad para las mujeres; se miraba en el patriarcado un pilar de la dominación en el mundo capitalista y, por ende, tensionaba o profundizaba en una serie de conflictos estructurales dentro de este mundo. Aludía pues al término mismo, ir a la raíz del problema y por tanto atacar desde ahí no en la mera superficie.
Luego la palabra radical tomó como sinónimos, la apropiación que los propios medios hacían de ella, se igualó a “violenta”. Nosotrxs somos totalmente adscritas a la violencia revolucionaria, no negamos que sea una herramienta necesaria y válida. Sin embargo, sí hemos visto que homologar radical con violenta ha llevado a sumar confusiones a lo que queremos decir y cómo lo queremos decir. Quienes empezaron asumirse como tal, reivindicaron la violencia a secas, sin el respaldo de los fines. No necesariamente lo desaprobamos. Incluso vemos que la ira posee una potencia inaúdita e irracional que no necesita ser vista con la lupa de la lucidez y nos sumamos a la destrucción ludita y gozosa. Aún con ello, se juega con la palabra violenta, radical -y ultimamente reaccionaria- como si fueran sinónimos sin explicarse o preguntarnos por qué deberían serlo. Aplaudimos que se apropien los peyorativos desde el estado para resignificarlos, pero esta homologación la vemos más como la carencia de una base crítica indispesable que como una apropiación.
En ese momento se tomó la estética del black bloc. Ciertamente es la necesidad de diferenciarse visiblemente de quienes están contra la violencia, señalar que tal o cual grupo “actuará” de manera no pasiva, marcarse dentro de la masa como un grupo de acción o de ofensiva. Como años anteriores, la estética fue llevaba a la vanalidad y la identidad. Vestirse de negro, portar pasamontañas, cargar objetos para destruir y demás no es para nosotras una cuestión estética sino práctica y estratégica. Apunta por el anonimato y la acción directa, buscar dar golpes y salir libradas. En algún sentido sí, vestir del black bloc para nosotras es reivindicarnos como anarkistas y honrar la estrategia como válida. Antes eso nos ayudaba a identificarnos con otros grupos que no necesariamente conocíamos, al igual que cargar la bandera con la A circulada. Encontrarnos con otro black bloc podría hacer surgir hermosos aconteciemientos y después la retirada, pero con la garantía de ese respaldo incógnito y anónimo de unx compañerx.
Hoy en día, muchas chicas visten al black bloc style porque entienden que esa es la vestimenta de las RADFEM-TERF, quienes por cierto, ahora ya no sólo son las feministas violentas, sino que se relacionan abiertamente con una corriente del feminismo que viene de Estados Unidos. Una de sus famosas olas. Nosotras no creemos que debemos basarnos para nada en esas olas y muchas veces ni sentido nos hacen porque no es la manera en la que nuestra propia historia del feminismo o de las luchas antagonistas responde en nuestro territorio.
El feminismo hegemónico impone sus propios ritmos, agendas y hasta mediciones de tiempo. Se habla de olas del feminismo como si fuese uno solo y como si en todas ellas estuvieran quienes nos precedieron, sin matices, sin particularidades. Entonces las RADFEM-TERF de hoy se reconocen con una de las olas del feminismo de Estados Unidos que abiertamente es transfóbica y ubica una discusión sobre la naturalización y biologización de las “mujeres” que nos lleva a décadas de discusión atrás y a la aceptación del binarismo como categoría occidental incuestionable. Cosa que no pasa en territorios como el nuestro donde el binarismo es una consecuencia colonial.
Para nosotras esa relación ha cruzado la delgada línea entre lo radical y lo autoritario. Hemos visto varios ejemplos históricos donde ha pasado lo mismo. Hay un paso muy pequeño entre ser extremo y fascista. Muchas de las mujeres que teorizan y defienden al RADFEM-TERF vienen de las corrientes más fascistas, conservadoras y blancas de algunas élites mexicanas. ¿nos hace sentido lo que dicen?, en algunos casos, cuando eufemizan sus términos como, por ejemplo, “borramiento de mujeres”, parece tener sentido en una sociedad que es multiplicadamente machista. Sin embargo, decir que esa es una consecuencia de la presencia y visibilidad trans, es lo más ahistórico y fascista que hay. Es la forma en cómo un hecho que es real, donde las mujeres no aparecemos en la vida ni en la historia, se descontextualiza para “argumentar” vanamente en contra de la aparición de una “minoría”.
Es verdad que no coincidimos con todo el mundo trans sólo por serlo. En México, tenemos mujeres trans -antes no se asumían como tales, pero eso ha ido cambiando- ocupando curules y luchando del lado del poder desde hace décadas. De hecho, fue una de las razones por las que el movimiento LGBT se fraccionó en la década de 1980. Nosotras insistimos en mirar las condiciones de clase, etnia y sexo como un entramado. Las trans burguesas pro poder, no son nuestras amigas ni lo serán, al igual que las mujeres policía y las radfem blancas y fascistas. Quizá haya más coincidencia entre ellas de las que piensan, si lo ponemos en esos términos.
En fin, no sabemos si es que el movimiento anarfeminista existe como tal y por ende, no podemos hablar por él. Nos ha tocado encontrarnos con las radfem-TERF en las manifestaciones, actuando casi igual que nosotras. A veces intuitivamente no nos sentimos cómodas y a veces sólo respondemos cuando ellas han enunciado su transfobia. No coincidimos con ellas pero no es nuestro interés tener un panel de discusión con esa tendencia y pelear nuestra estética. Muchas de ellas tienen harta presencia en las redes sociales -cosa que nosotras no-, y viven de estar ahí en la insistencia, regaño y vigilancia de todo lo que no está de acuerdo con ellas. Visten de black bloc style en manifestaciones pero no apuestan por el anonimato: buscan las cámaras, los reflectores y luego lo publican todo en sus redes sociales para conseguir likes. Eso quiere decir que no entienden al black bloc como una estrategia, sino como quien sabe qué. Nos da pereza seguirle sus pasos. Simplemente nosotras llamamos a nuestras actividades y eventos como trans-incluyentes o, lo que podría entenderse como terf-excluyentes.
IGD: ¿Pueden reflexionar sobre la presencia del anarcofeminismo dentro del movimiento feminista más amplio en México? ¿Qué importancia tiene? ¿Qué impacto ha tenido? ¿Cómo ha sido recibido por otrxs feministas (no anarquistas)?
Creemos que aún somos pocas quienes partimos de un entramado entre el anarquismo y el feminismo. O hay mucha confusión entre tanto. No se trata de tener mucha teoría o leer todos los libros que hay, sino de cómo apostamos por llevar a la práctica nuestras ideas y nuestras posiciones. Creemos que es muy importante mantener esa coherencia porque el feminismo hegemónico apunta a la cooptación extrema, porque el Estado y organizaciones pro estado se están apropiando de todas las luchas y las vuelven amables con el propio sistema.
Al hacerlo, anulan y niegan otras formas de entender los feminismos, las luchas y las acciones. Es por eso que apuntamos siempre a la existencia de muchos feminismos, a honrar la diferencia como parte esencial de las luchas. Apuntar a miradas mucho más amplias, que puedan dilucidar esas complejidades de las que somos parte y que son negadas cada vez que intentamos hacer generalizaciones.
Creemos que mantener una crítica feroz y voraz contra el estado y el capitalismo, nos permite no desperdiciar tiempo en apostar por luchas perdidas, por ejemplo, por la aprobación de leyes que nos garanticen seguridad que, en la mayoría de los casos se aplican en nuestra contra o ayudan a criminalizar lo que ya está criminalizado: a lxs pobres y a lxs racializadxs. Sin embargo, también vemos que principalmente en nuestro contexto es difícil aparecer en ciertas luchas donde esa crítica nos rebasa. Por ejemplo, las luchas que emprenden las madres de desaparecidas o asesinadas, no nos vemos con la capacidad ni con la arrogancia para decirles que no busquen “justicia” dentro de las instituciones o que no entablen diálogos con los representantes del poder, porque hay muchas instancias que son imposible saltar. Todo lo contrario, nos vemos profundamente inspiradas por ellas, por sus pasos, por sus caminos, creemos que son esos colectivos los que nos nutren a nosotrxs y que nos dan harta fuerza para seguir.
Apuntamos por construir acciones que abandonen igualmente la mirada colonial que pretende hegemonizar, regañar e invalidar. Y nos mantenemos con distancia de posiciones que no compartimos. Hacerlo implica poder empaparnos de muchas otras formas y ser permeables a otras formas sin que ello implique traicionarnos a nosotras mismas.
IGD: Dado que la movilización en México puede entenderse como parte de una ola de acción feminista en las llamadas Américas, ¿cómo ven el anarcofeminismo como internacionalista en su alcance? ¿Qué conexiones se han establecido a través de las fronteras coloniales y los Estados-nación?
Desde la ruptura con los los hombres cis en nuestros espacios hemos visto un avance organizativo conciente desde el anarcofeminismo, la presencia en la calle y asumir demandas desde la perspectiva antipatriarcal ha sido fundamental para mirar y solidarizarnos con otras en diferentes latitudes. Entender que las mujeres alrededor de esta llamada América Latina están siendo asesinadas por ser objetivadas como mercancías nos ha dado la oportunidad de crear espacios de diálogo para entender nuestras realidades. La radicalización de las manifestaciones nos ha convocado para denunciar y actuar contra las desapariciones, los feminicidios y el anti aborto.
Nuestra afinidad no es solo por ser mujeres o disidentes es porque en nuestras acción buscamos la ruptura radical contra las imposiciones patriarcales tradicionales y vemos con gusto que esta rabia se está propagando el inicio de algunas luchas que han trascendido. En algunos países han iniciado por mujeres y se han logrado mantener activas por la insistencia organizativa que desde nuestros grupos o individualidades emana.
También vemos que los estados buscan apropiarse de estas luchas y cuando escuchamos o presenciamos las críticas en otros territorios -con quienes compartimos un proceso de colonización-, vivimos esas resonancias con alegría. Nos sentimos menos solas y menos perdidas al escuchar esos ecos. Aprendemos mucho de ellxs. Principalmente apuntar sobre miradas anti coloniales para poder construir desde nuestros propios parámetros, con nuestros propios pueblos, con nuestros propios tiempos y sin la necesidad de tener como referencia a los estados asesinos ni la imposición colonial en cualquiera de sus formas, incluso como feminismo blanco, hegemónico y occidental.
IGD: ¿Cuál ha sido la respuesta del Estado a las movilizaciones y acciones feministas y anarcofeministas? ¿Cómo ven el trabajo antirrepresivo como parte del trabajo anarcofeminista?
Nosotras vivimos en la Ciudad de México y somos un grupúsculo. Importante recalcarlo porque no pretendemos decir ninguna verdad ni hacer alguna generalización.
En la Ciudad de México tenemos décadas bajo gobiernos de izquierda, lo que en términos legales, se ha traducido en una serie de reformas laxas pro mujeres. Por ejemplo, la despenalización del aborto, los matrimonios y adopciones homosexuales entre otras cosillas. Contrastada, evidentemente con la cantidad de feminicidos que se cometen diariamente en toda la zona metropolitana que no es sólo la Ciudad de México.
Cada gobierno izquierdista ha puesto sus formas de responder a la organización. Especialmente a la autónoma y anarquista. En lo que vamos de este gobierno que, coincide con las escaladas feministas, se han implementado políticas “antirepresivas” pro derechos humanos que, se entrecruzan con dos cosas. Por un lado, con la construcción de un discurso izquierdista legaloide que, al negar el uso público de la fuerza anula el accionar de quienes la utilizan fuera del monopolio estatal. Es decir, si el gobierno y la policía actúan de forma pasiva, por qué hay grupos e individuxs que deciden realizar acciones directas violentas? Siendo así, se forma un marco discursivo y de legimitidad para actuar dentro de “marcos legales” en la represión. Eso se apoya de las feministas pro estado y derechos quienes también reprueban la violencia y hacen el juego sucio del señalamiento de quienes no lo hacemos. Hemos visto casos, donde incluso, se señalan por redes sociales a las supuestas “artífices” de algunas acciones para desacreditarlas y adornarlas con adjetivos legales de condena como criminales.
Años anteriores el conflicto era un poco más abierto. Los enfrentamientos con la policía eran algo más frecuente que ahora. Hoy en día, todo se lleva bajo las aguas, a puerta cerrada y con estrategias legales que no dejan de formar ese marco antirepresivo al que nos referimos. Nos enfrentamos a mecanismos más sofisticados de la represión. En los últimos años hemos visto poca respuesta o más bien, respuestas hipócritas ante las manifestaciones. Y eso hace que la violencia -en términos de opinión pública- quede solo señalada y negada hacia una parte: a nosotras. Es decir, cuando el poder construye un marco discursivo anti represión y no da muestras visibles de la misma, la violencia ejercida desde nosotras se invalida y se anula, si no existe un “pretexto” para el enfrentamiento, no es necesario la ira y la violencia irracional de las protestas feministas.
Evidentemente todo eso sólo puede ser aprobado si no entendemos los mecanismos en los que el propio poder se mueve. Sumado a eso, se acusa a quienes optan por la acción violenta de “infiltradas” y parte de grupos pagados por los gobiernos que no están en turno para arremeter contra las políticas pasivas y permisivas de los gobiernos de izquierda y, peor aún, se suman las defensoras del orden que conforman grupos de defensa ciudadana para proteger a las mujeres policía de los ataques irracionales.
Por otro lado, los métodos antirepresivos específicamente en lo que atañe al movimiento feminista, también van de la mano con la institucionalización del feminismo que, igualmente es un fenómeno mundial, rescatado por instituciones, gobiernos, industria televisiva,ONG’s etc. Siendo así, los márgenes de legitimidad se vuelven más endebles y la apariencia engañosa. Es decir, si existe un marco de legalidad donde las supuestas demandas feministas están siendo atendidas por los gobiernos, no existe razón de ser de la protesta. Reformas constitucionales y dentro de los órganos de las instituciones y por supuesto bajo su propio entendimiento se vuelven el maŕgen de acción de los gobiernos frente a las situaciones que vivimos.
Legalización del aborto, paridad de género en puestos públicos, comisiones para la atención de las mujeres, protocolos de atención al acoso, instituciones específicas para investigar casos de feminicidio, normativas en todas las instituciones de gobierno para adoptar miradas desde la “perspectiva de género” y, a todo eso, le sumamos las muchíismas ONGś e instituciones pro derechos de las mujeres que han surgido en defensa de los derchos humanos, para acompañamiento de feminicidio, y un largo etcétera. Esas iniciativas no sólo han acertado en darle un marco de legitimidad a los gobiernos y las estructuras de poder, sino que también han atinado en coptar muchas buenas intenciones de personas que pasaron de ser “activistas de la calle” a trabajar remuneradamente como feministas, logrando caer en la ya trasnochada forma de “luchar contra el poder desde sus entrañas”.
En los últimos años hemos visto que la estrategia del estado está siendo dirigida a mujeres organizadas, muchas de ellas están en procesos abiertos legales, algunas otras amenazadas con detenciones y creación de delitos fabricados, encarceladas y otras asesinadas. Históricamente hemos visto el abandono de nuestras presas o procesadas, posiblemente porque respondemos de formas patriarcales, dado que incluso los hombres que sufren la prisión reciben más atención y acompañamiento. Nos alegra que en las últimas manifestaciones por la libertad de compañeras, la presencia feminista es visible, pero no ha tenido esa masividad de la que se habla como movimiento feminista. Las campañas mediáticas son ridículas pero han logrado propagar el aislamiento de nuestras compañeras en la cárcel o con procesos. Individualizan los procesos y esconden la represión con sus propias estrategias legales.
Nuestro grupúsculo ve como eje principal el abolicionismo de las prisiones y la lucha anticarcelaria así que en nuestra posibilidad hemos aportado tanto al esfuerzo económico, práctico y teórico.
IGD: ¿Qué ven en el futuro para la organización anarcofeminista y el movimiento feminista en general en México?
Desde nuestra análisis existe un vacío ideológico, por esta razón vemos poco alentador la organización anarcofeminista, tal vez haya presencia callejera pero con poca intención de análisis y estudio. Es preocupante ver cómo un grueso de la perspectiva mundial solo camina a través de la reforma y la beneficencia, sabemos que la necesidad de justicia y economía es grande, pero a su vez la organización que se ha demostrado desde la pandemia ha permitido abrir surcos donde hemos visto florecer la autogestión, la rebeldía y hemos rozado su aliento feroz y tenue de la anarquía.